Hola!
Soy Marta Sibina, he trabajado en una UCI COVID y ayer me enteré que la Fundación Princesa de Asturias nos ha concedido un premio a todas las que hemos trabajado en primera línea contra el coronavirus.
Grabo este vídeo porque creo que las personas que nos hemos dejado la piel en los centros sanitarios tenemos que dar una respuesta a la concesión de este premio y me gustaría hacer una propuesta.
Ayer, después de que se anunciara el premio, vimos en las redes sociales como miles de sanitarios dijimos que #NoQueremosPremiosDeLadrones, refiriéndonos al carácter monárquico de la institución que concede el premio.
Pero estoy segura que también hay muchas profesionales sanitarias que sí quieren recibir el Princesa de Asturias y que se sienten muy emocionadas con el premio, así que parece que tenemos un problema: ¿el personal sanitario debemos aceptar el premio o no?
Porque claro, cualquier institución es libre de dar un premio a quien considere oportuno, pero los premiados son igual de libres para aceptar ese premio o no.
La historia está llena de casos en los que un premiado utiliza su derecho a renunciar a un premio. Voy a poner unos pocos ejemplos:
En 2010, el artista Santiago Sierra renunció al Premio Nacional de Artes Plásticas porque, según él, el “premio instrumentaliza en beneficio del Estado el prestigio del premiado”. Y añadía: “el Estado no somos todos: el Estado son ustedes y sus amigos. Por lo tanto, no me cuenten entre ellos, pues yo soy un artista serio.”
La fotógrafa Colita, los músicos Jordi Savall y Josep Soler, o el dibujante Jan han sido algunos de los artistas que han rechazado premios nacionales de su especialidad en protesta por la gestión de los gobiernos e instituciones que los otorgaban.
A nivel internacional, los ejemplos son muchos: en 1903, Madame Curie rechazó la Legión de Honor, el máximo galardón que otorga el Estado Francés. La científica, descubridora de la radioactividad, dijo que “no tenía la necesidad de ninguna medalla, pero sí que necesitaba un laboratorio”.
Juan Goytisolo también rechazó la Legión de Honor porque, según sus palabras, “todos los militares franceses que tenían la Legión de Honor la habían logrado matando, ese no era mi honor”.
También la rechazó el humorista y activista Coluche, que dijo que si tuviera que ir a recoger la medalla, “iría en calzoncillos, para que no supieran dónde colocarla”.
El escritor Céline y el autor de cómics Jacques Tardi fueron más directos al rechazar el premio: “Pueden meterse la medalla donde les quepa.”
Estos son solo algunos casos de premiados que deciden ejercer su derecho a renunciar a un premio por estar en desacuerdo con quien lo otorga.
Pero en el caso del Premio Princesa de Asturias tenemos un problema: el premio se le ha dado a todo un colectivo, donde hay gente que no queremos este premio, pero seguramente debe haber gente que sí lo quiere.
¿Entonces qué hacemos? ¿Lo rechazamos porque unos cuantos lo queremos rechazar? ¿O lo aceptamos solo porque unos cuantos lo quieren aceptar?
Pues yo creo que ante esta decisión, lo justo sería que los premiados lo decidamos votando, que es como se deciden estas cosas en democracia.
Es fácil: quien esté de acuerdo con recibir el premio, que vote SÍ, y quien no esté de acuerdo, que vote NO.
Podríamos votar, por ejemplo, en los colegios profesionales que nos representan, o podríamos organizar votaciones en los centros sanitarios.
La Princesa Leonor entregará sus premios en octubre.
Yo creo que si hacemos una votación y sale que SÍ, pues habrá que aceptar que alguien vaya a recoger el premio. Pero si sale que NO, nadie tiene que ir a recoger el premio y deberíamos darle un plantón histórico a la Princesa Leonor.
Hasta octubre hay tiempo, y habría que buscar la manera de organizarnos y que cada uno vote lo que le apetezca.
Yo estoy dispuesta a aceptar que la mayoría vote que SÍ.
Pero lo que no se puede aceptar es que nos impongan, sin que podamos decir nada, un premio otorgado por una gente absolutamente irrespetuosa con nuestro trabajo.
Porque somos muchos los que no queremos premios de ladrones.
Somos muchos los que no queremos recibir premios de una institución, la Monarquía, que ha aprovechado la crisis sanitaria para lavar su imagen y esconder sus trapos sucios.
No queremos recibir un premio de una Monarquía que tiene dinero negro ganado en comisiones ilegales y que evade los impuestos con los que se tendrían que pagar nuestros sueldos.
Tampoco queremos recibir un premio de una Fundación que tiene en su patronato a gente que es un peligro para la salud pública.
Porque no sé si lo sabíais, pero en el patronato de esta fundación que nos quiere dar un premio hay gente muy tóxica.
Os voy a poner algunos ejemplos:
Está Ana Isabel Fernández, del Consejo de Administración de MAPFRE, una empresa que gana millones gracias a la privatización de la sanidad pública.
También está Josep Oliu, presidente del Banco de Sabadell, uno de los accionistas más importantes de Ribera Salud, empresa involucrada en los escándalos de corrupción de la sanidad valenciana.
En la Fundación también está el BBVA, que gana millones gracias a la sanidad privada, o Adolfo Menéndez, exsubsecretario de Defensa de Aznar, que luego, gracias a las puertas giratorias, pasó a ser consejero de Indra, una compañía que gana millones gracias a contratos públicos de armamento.
La lista es larga.
En el jurado que decidió otorgarnos el premio encontramos a José Manuel Entrecanales, presidente de Acciona, empresa implicada en casos de corrupción como las obras del AVE, el Caso Zaragoza Plaza, el Tranvía de Parla o el Caso Acuamed.
También está Juan Miguel Villar-Mir, de la constructora OHL, implicado en el Caso Son Espases, un amaño de millones de euros para construir un hospital en las Islas Baleares. Su empresa también aparece en la Operación Lezo y en la construcción del tren de Navalcarnero. A pesar de todo eso, en 2003, Juan Carlos I lo nombró marqués.
Estos son solo unos ejemplos de una serie de gente que nos otorga un “premio” para poder lavar su imagen a costa de nuestro trabajo.
Yo creo que es imprescindible que los sanitarios decidamos democráticamente si queremos aceptar un premio que nos da un grupo de gente donde hay:
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miembros de una Monarquía que esconde dinero sucio,
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banqueros que se enriquecen con nuestra salud,
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filiales en paraísos fiscales,
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políticos con puertas giratorias
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y empresarios que participan en tramas de corrupción.
Estas son algunas de las razones por las que creo que en octubre hay que dejar plantada a la Princesa Leonor.
Pero, como decía antes, habrá gente que tiene argumentos a favor de aceptar el premio. Perfecto, no hay problema. Votemos y que gane quien tenga más votos.
Ya que no podemos votar si queremos tener reyes que evaden impuestos, por lo menos tenemos que poder votar si queremos recibir premios de manos de esos reyes, ¿no?
Bueno, aquí dejo la propuesta.
Si eres profesional sanitario y crees que hay que votar, pásale este vídeo a tus compañeros y organicémonos.
Un abrazo a todas.