Me llamo Marta y soy enfermera en una UCI de COVID-19.

El trabajo no me deja mucho tiempo para las noticias, pero he escuchado políticos y medios que hablan de los Pactos de la Moncloa y dicen que ahora hacen falta unos “Nuevos Pactos de la Moncloa”.

No me fío ni de estos políticos ni de sus medios, y por eso, con los compañeros de OCTUVRE hemos pensado:

Si nos hablan de unos Nuevos Pactos de la Moncloa, tenemos que mirar cómo fueron los Viejos Pactos de la Moncloa.

Presta atención, porque esto no te lo explicarán los medios del IBEX a quienes el gobierno da millones de euros públicos.


Este lunes, el director de La Vanguardia, diario propiedad de un jefe de La Caixa, publicó un texto titulado: Sin luz ni taquígrafos. Y decía:

La mejor salida es un gran pacto a tres bandas entre Gobierno, patronal y centrales sindicales y reeditar unos pactos de la Moncloa. Aquel pacto se pudo hacer porque hubo una discreción absoluta. Mejor hacerlo sin luz ni taquígrafos”.


Empezamos mal.

Después de 40 años de opacidad a favor de la Monarquía, de la corrupción de los partidos, de la especulación de la banca y el escándalo de las tarjetas black de los sindicatos, ¿ahora nos dicen que lo que hace falta es mayor opacidad?


Mirad esto:

[VÍDEO TODOS ELOGIANDOLO]

Que todos estos estén de acuerdo con la Transición y los Pactos de la Moncloa que la hicieron posible, nos tendría de poner en guardia. Sobre todo ahora, que lo quieren volver a hacer.


Durante los últimos 40 años nos han explicado esto:  “Después de la Guerra Civil y la dictadura, todo el mundo se pone de acuerdo y nace la democracia y la prosperidad”. Punto.  ¿Pero fue realmente así?


La Transición y los Pactos de la Moncloa tuvieron tres actores principales:

La vieja estructura franquista,
una Monarquía débil y sin legitimidad,
y la oposición democrática, mayoritariamente de izquierdas.

El historiador Josep Fontana es contundente:

“No hay duda de que, de los tres participantes en el juego, los ganadores iniciales de la Transición fueron los herederos del franquismo y la Monarquía”.

Y eso tuvo que ver, en gran medida, con el papel de los dos partidos de izquierda.

“La legalización de los partidos de izquierda, especialmente la del Partido Comunista, se hacía con la esperanza que estos consiguieran frenar la movilización de los sindicatos”.

“El PSOE aceptó el papel de izquierda monárquica moderada y se acomodó al bipartidismo, renunciando a su tradición de lucha social”.

“Por su lado, el PCE aceptó el papel apaciguador a cambio de míseras concesiones personales para sus dirigentes, en lugar de apoyarse en la fuerza de la calle para profundizar en el cambio”.

“La izquierda renegó de casi todo aquello que había sostenido en sus programas durante el franquismo, defraudando a quienes se habían jugado la libertad y, incluso, su vida en una lucha que creían que tendría unos objetivos más ambiciosos que los de asegurar unos pocos escaños de diputados a sus dirigentes”.

Ahora vamos a ver cómo fue la cosa.

El 20 de noviembre de 1975 murió Franco y dos días más tarde Juan Carlos I era proclamado rey de España.

Dos días más tarde el rey confirmó a Arias Navarro como presidente de España, cargo que le había dado el mismo Franco.

Arias dijo una frase que pasó a la historia:
“O hacemos el cambio, o nos lo hacen”.

Los jefes del viejo régimen estaban espantados.

La crisis del petróleo, mal gestionada por el franquismo, el paro y la inflación desbocada tuvieron como respuesta una enorme movilización obrera, a pesar de la brutal represión del Régimen.

Meses antes, en Portugal, la Revolución de los Claveles había tumbado la dictadura de Salazar y, en plena Guerra Fría, no interesaba una rebelión popular en España.


En junio del 76, Arias Navarro impulsa la “Ley de Reforma Política” pero la propuesta es rechazada por las Cortes franquistas.

Después de este fracaso, el rey destituye a Navarro y pone a Adolfo Suárez de presidente.

Suárez, entonces, propuso una “Ley para la Reforma Política”.


La dificultad más grande para aprobar esta ley no era la oposición de izquierdas (de la que hablaremos más tarde), sino los viejos mandos y los militares franquistas. El famoso “ruido de sables”.

Por eso, el 8 de septiembre de 1977, Suárez se reunió con la cúpula militar del Régimen para explicar su plan.

Los militares pusieron muchas condiciones. Entre ellas, dos muy importantes:

No cuestionar la Monarquía ni la “unidad de España”
Ni pedir responsabilidades por los crímenes del franquismo.

Dos meses más tarde, el 18 de noviembre del 1976, las Cortes franquistas aprobaron la “Ley para la Reforma Política”.

Para intentar legitimar democráticamente el proceso, donde no había participado la oposición, se convocó un referéndum para el 15 de diciembre del 1976…

Y las condiciones de los militares se cumplieron:

No se votaría sobre el rey ni sobre el derecho de autodeterminación que decían defender el PSOE y el PSC.

La amenaza de los militares y una campaña controlada por los franquistas hicieron su efecto y Suárez ganó el referéndum.

Reforzado por la victoria, Suárez comenzó a preparar las primeras elecciones generales desde la Segunda República.

Y para eso necesitaba una Ley Electoral, que acabó aprobando por Decreto.


Detengámonos en este punto.
Fontana explica:

“Suárez consiguió una ley electoral que favorecía las provincias más conservadoras. Esto continúa siendo un impedimento para que las elecciones representen realmente la voluntad de los españoles y favorece el bipartidismo”.

¿Recordáis el 15M?
¿Recordáis el “bipartidismo” y “la casta”?

A fin de cuentas también viene de un sistema electoral diseñado por franquistas.


(Continuarà al proper missatge, per completar el text.)

Continuem amb la tercera part del text, mantenint el format tipus llibre:


Con esta ley electoral hecha a medida, Suárez convocó elecciones para el 15 de junio de 1977.

Pero mientras el franquismo marcaba el paso institucional, ¿qué hacían los partidos de izquierdas?

En junio de 1974 el PCE había creado la Junta Democrática. El PSOE creó la Plataforma de Convergencia Democrática, y en marzo del 76 se unieron a la “Coordinación Democrática”, conocida popularmente como “Platajunta”.

Pero Suárez tenía otra idea y creó la Comisión de los Nueve, un órgano de negociación de carácter personal que dejaba fuera los partidos.

Pero mientras los dirigentes de izquierdas se reunían en los despachos, el movimiento obrero ocupaba fábricas y calles.

“Este malestar social se convertiría en un factor esencial.
La oposición contaba con este malestar para conseguir la ruptura
y el franquismo era consciente que hacía falta desactivarlo para salvar sus privilegios.
Así, unos trataron de dirigir la movilización y los otros de frenarla.”


Suárez ya tenía la Ley para la Reforma, había ganado el referéndum y ya tenía ley electoral. Pero faltaba una maniobra complicada: legalizar al PCE. Y eso no gustaría a los militares franquistas.

¿Pero, por qué Suárez tenía tanto interés en legalizar el PCE?

“A Suárez le convenía meter al PCE en el juego.
La situación económica era desastrosa y requería unos pactos sociales
que serían imposibles sin la fuerza de CCOO.
Una fuerza que el PCE muy pronto se encargaría de contener
para que no pusiera en peligro sus negociaciones políticas”.

El 28 de febrero Carrillo se reunió con Suárez en secreto y el 9 de abril del 77 el PCE fue legalizado a cambio de reconocer públicamente la Monarquía, la bandera roja y gualda y la unidad de España.

Exactamente lo que le había pedido a Suárez la cúpula militar franquista.

El pacto se hizo de espaldas a los militantes del PCE, que se enteraron de las renuncias en un comité celebrado el 14 de abril.


El 15 de junio de 1977 se celebraron las elecciones y Suárez las ganó.

Así fue como el último secretario del Movimiento se convertía en el primer presidente de “la democracia”.

El 8 de julio, tres días después de formarse el gobierno, el ministro de Economía de Suárez, Enrique Fuentes Quintana, comparecía por sorpresa en la televisión:

[QUINTANA]

Este discurso fue el punto de partida de los Pactos de la Moncloa.
Cuatro meses más tarde, se firmaba el acuerdo.

Los Pactos de la Moncloa tuvieron una parte política y una económica.

La parte política recogía, entre otras cosas, el derecho de reunión, de asociación política, el fin de la censura y la despenalización del aborto y del adulterio.

También se incluyó una propuesta de amnistía, lo cual era una gran noticia para la militancia antifranquista.

Pero, lamentablemente, esto llevaba letra pequeña:

Tal y como le habían pedido los militares a Suárez, la amnistía también servía para dejar impunes los crímenes del franquismo.

El apartado económico incluyó un nuevo sistema fiscal, la flexibilización de los despidos y la obligación de incrementar los salarios con base en la inflación prevista y no en la inflación pasada.
Y esto tuvo consecuencias muy graves…


¿Fueron una maravilla estos pactos, como nos han explicado a lo largo de 40 años?

Lo primero que hace falta preguntarse es si los Pactos de la Moncloa se cumplieron.

Nicolás Sartorius, miembro del PCE, fue uno de los primeros en denunciar una cosa gravísima:

“Se dejó en manos del gobierno la ejecución de los pactos
y no se creó ningún órgano de control o seguimiento que vigilara su cumplimiento”.

Los pactos estaban llenos de trampas.
Pero los trabajadores sí que tuvieron que cumplir con su parte.

A partir del 77 el crecimiento salarial estuvo siempre por debajo de la inflación y durante toda la década siguiente se redujo enormemente el poder adquisitivo de los salarios.


Por lo que se refiere a la Monarquía, ahora ya lo sabemos:
se pasó los siguientes 40 años haciendo negocios oscuros, cobrando comisiones ilegales y evadiendo impuestos.

Estos titulares son de la misma semana que se firmaron los pactos…

Por lo que se refiere a los herederos del franquismo, el Régimen como tal se acabó y se ganaron espacios de libertad política.
Pero su poder económico sobrevivió.

Un ejemplo muy claro:

En el año 1991, en los consejos de administración de las grandes empresas del IBEX había decenas de cargos provenientes directamente del franquismo.


Y hablando del IBEX:

Uno de los pactos era acabar con la especulación del suelo y de la vivienda.
Fuentes Quintana dijo que:

[VÍDEO]

Como todos sabemos, la corrupción y la especulación del suelo fueron un motor económico fundamental de la España nacida de los Pactos de la Moncloa.

Una especulación que hoy se traslada al mercado de alquiler, que ahora ahoga a centenares de miles de familias en todo el Estado.


Hace 40 años, en los Pactos de la Moncloa,
los partidos de izquierda desactivaron la fuerza de la movilización social.

Hay un dato que impresiona:
el año del pacto el 54% de los trabajadores estaba afiliado a un sindicato.
Seis años más tarde no se llegaba al 12%.

Aquellos sindicatos que no quisieron pactar fueron arrinconados.

Hoy, los grandes sindicatos, manchados por casos de corrupción como el de las tarjetas black, están muy lejos de la combatividad de los años 70.

En lugar de hacer huelgas contra la patronal, se le “pide” responsabilidad a la patronal.
A los trabajadores, en cambio, se les pide un “esfuerzo” para compensar horas.


Hoy, 40 años más tarde de los Pactos de la Moncloa, Pedro Sánchez pide unos Nuevos Pactos de la Moncloa.

Lo piden también los poderes económicos y los medios de comunicación a su servicio.

Es verdad que el PP, Vox y algunas patronales se niegan.

Pero esto no es nuevo:
es una estrategia negociadora.
Primero digo a todo que no y así consigo una posición de fuerza.
Es exactamente lo que hicieron los poderes franquistas hace cuarenta años.


La crisis del COVID-19 provocará tensiones muy grandes.

Es verdad que Pedro Sánchez fue muy claro:

[NADIE VA A QUEDAR ATRÁS]

Pero esto fue exactamente lo mismo que nos dijeron hace 40 años:

[QUINTANA]


El Gobierno ha regalado 15 millones de euros a La Sexta y a Telecinco, y rebajas fiscales para publicidad en los grandes medios de comunicación.

Tal vez esto tenga que ver con el hecho que no nos estén explicando cuál es el horizonte.

Solamente pondré un ejemplo:

¿Por qué los medios de masas no están explicando las maniobras de la ministra Calviño en las instituciones europeas?

¿Por qué no explican los detalles y las condiciones de los acuerdos que está firmando Calviño con Bruselas?

¿Por qué nadie explica la relación de la ministra Calviño con ex altos cargos del Banco de Santander?

En el próximo vídeo de OCTUVRE lo explicaremos,
pero ahora queremos poner sobre la mesa una reflexión final:


Hace 40 años el poder establecido tenía problemas muy grandes para mantener sus privilegios
y la manera de protegerlos fueron los Pactos de la Moncloa.
Ahora, este mismo poder intuye que puede tener problemas otra vez.

Igual que hace 40 años, la Monarquía está en una posición muy débil, después de que hace unos días quedase probado que son corruptos y evasores fiscales.

Igual que hace 40 años, el gran poder económico que salió intacto del cambio de régimen se posiciona para hacer valer sus intereses.

Las presiones para hacer volver a trabajar a la gente,
a pesar de las advertencias de los científicos, es solo el primer paso.

En cambio, a diferencia de hace 40 años, los trabajadores y las trabajadoras no están movilizados, sino confinados en casa, con el ejército en la calle y con permiso, solo, para salir a trabajar a pesar del riesgo para su salud.

Pedro Sánchez pide unos Nuevos Pactos de la Moncloa para “trabajar unidos”.


¿Unidos con quién?

¿Con la Monarquía que no devuelve el dinero robado?
¿Con la banca que, hoy mismo, está aprovechándose del coronavirus para ahogar todavía más autónomos y pequeños empresarios?

¿Unidos con el IBEX que elude impuestos que no llegan a nuestros hospitales?


La crisis del COVID-19 abre un horizonte incierto.
Pero lo que es seguro es que, igual que se hizo en el 77, nos pedirán que nos “ajustemos el cinturón”.

Lo pedirá la patronal,
lo pedirá el Rey,
lo pedirán “los mercados”
y lo pedirá la Unión Europea.


Y un aviso final:

La semana pasada, el director de La Vanguardia pedía que los Nuevos Pactos de la Moncloa se hicieran a escondidas, sin luces ni taquígrafos.

Esta semana, el subdirector del diario dejaba al descubierto la trampa:

“¿Nuevos pactos de la Moncloa? Podría decirse así, pero caben otros nombres: Pactos para la Reconstrucción o Pactos ante la Urgencia.”

Intentarán hacer sus pactos a escondidas y, si no pueden, les cambiarán el nombre…
Pero el objetivo es el mismo.


Esta vez, lo que tendríamos que evitar es que, una vez más, quien pague los platos rotos seamos los trabajadores.

Esta vez, no podemos permitir que los de siempre se salgan con la suya.


El confinamiento no nos permite manifestarnos,
pero entre todos y todas, podemos romper las mentiras que nos quieren hacer tragar de nuevo.

Si te ha parecido interesante, comparte el vídeo por todos los canales a tu alcance.


La lucha de la gente fue la fuerza que obligó a cambiar las cosas,
pero no se la tuvo en cuenta a la hora de firmar los pactos.
Tal vez, para salir del desencadenante político,
haría falta empezar a recuperar alguna de las cosas a las que se renunció entre 1976 y 1978,
empezando por la tarea de reinventar una izquierda que hoy no existe.